Fotografía cenital en helicóptero. Buena esta la página.
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“El camino tiene una sola condición”, escribo en mi cabeza mientras manejo: “el final”; y prosigo mi pensamiento en la marea del autopista... Si supiéramos siempre la dirección exacta a donde nos dirigimos, este razonamiento sería vácuo, sin habla, ciego, sordomudo, sin-sentido. O capaz exagero, pero no es el punto de la discusión. Sin embargo, en algunas claras y eficaces oportunidades -objetivamente demostrables, como dirían nuestros rígidos y expeditivos amigos gringos- creemos creer la dirección exacta. (Creer-creer debería ser otro verbo conjugable). Es decir, tenemos la certeza de qué algo está allí esperándonos en ese preciso lugar y no otro. Por lo tanto, mi condición implica una certeza inevitable, que no necesariamente sea verificable, pero sí cierta, como los cristianos tienen Fe en Dios.
¿Quién nació primero: la Fe o la razón, cuál de las dos sugirió primero la eliminación del otro; quién las unió en sagrado matriminio, quién fue más hereje: Santo Tomás, Nietche, House? La certeza inevitable es y no al mismo tiempo, como Hamlet, que nunca fue y fue siempre. No se puede tener certezas-inevitables, aunque muchas veces existan. El tiempo no entiende de tiempos, no viaja nunca al futuro, no mira sus goles, no se enamora, no se detiene a mirar lo que ya pasó, no charla con amigos, no escribe oraciones largas ni cortas, no toma mate ni dulce ni amargo, no tiene club de fútbol . Pero... su dolor es tan profundo que prefiere callarlo, dejarlo en el anonimato del universo -o a lo sumo decirle Cronos, con aires de erudito solitario- y fingir ser inmortal...
Se me ocurrió en la autopista, cuando volvía de trabajar. Hoy, son esos días en nada te molesta. Sentimos que nadamos como delfines por medio de los carriles. ¡La extensión de asfalto es igual en todas partes del mundo! ¡Todas las autopistas son autopistas! Pero cuando uno conoce el camino, los atajos son como el océano, como las orcas, como la marea más tierna de la tarde. O bien, su opuesto, cuando las direcciones son hostíles y desconocidas, como el encuentro íntimo con uno mismo cuando caemos derrotados por la ola hacia el fondo del mar.
El final es el camino, pero nunca al revés. El rumbo está en el devenir de las cosas...
Juan sin Tierra
La Biblia Corneta define a los Furcios como una “ruptura en las formas lógicas cotidianas”. “Un Furcio”, continúa, “sucede en un lugar y en un tiempo indeterminado por el hombre”. Por lo tanto, cabe resaltar que son fenómenos inmensurables e imprevistos. Al menos por ahora.
Un ejemplo: 1, 2, 3, 4, 5, corazón, 7, 8...
Si consideramos al Furcio como una forma ilógica dentro de un contexto lógico, ¿qué hace un corazón dentro de un sistema numeral? Claro, no hay Furcio sin lógica, pero tampoco hay lógica sin Furcio. Sin embargo, ningún ejemplo puede ser cabal, pues la indeterminación del fenómeno es una condición obligatoria.
Los Furcios suceden allá afuera, donde los seres-humanos llevan adelante sus vidas. Y tienen una cualidad por demás atractiva: conocen mejor que nadie el arte del mimetismo. Es decir, que saben esconderse frente a nuestros ojos sin que nuestros ojos puedan notarlos. Más aun: nuestros ojos están adiestrados para no-verlos. Pero, ¿cómo es posible?
Pensemos en la naturalización. Cuando las cosas son obvias o deductibles, las conclusiones tienen la misma fuerza. Los procesos mentales tienden a pensar las cosas de acuerdo a sus experiencias pasadas. Cuando obtenemos cierta información acerca de algo, como por ejemplo cuando alguien toca el portero eléctrico de una casa, nuestro cerebro completa naturalmente el futuro. Si el Hombre Casualidad golpea la puerta de mi casa y dice su nombre, detrás de esa puerta se encontrará el mismo Hombre Casualidad. Es lógico. Así completamos todos los rompecabezas, como si respiráramos. Nunca nos imaginamos a otra personas detrás del portero eléctrico, porque su voz ya nos dijo quien era.
Los Furcios tiene la voz de la lógica. ¡Astutos ellos! Son fenómenos que no cumplen con la cotidianeidad, pero nuestro cerebro nunca tendrá tiempo para probarlo. ¿Qué hace un horno en medio de una calle? ¿Porqué los carteles que indican el nombre de las calles duermen a mitad de cuadra? Las respuestas pueden ser lógicas, ¡aquí el anatema!
El Furcio posee -según nuestra manera de mirar el mundo- un pasado completamente lineal y con los criterios de los seres-humanos. Pero no lo tienen. Se esconden bajo esa capacidad. Saben que nuestra especie no admite esta ruptura. Son, por definición, indescubribles e infemostrables. ¡Con F! Pues funcionan como la Fe, pero a la inversa.
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