lunes, 31 de mayo de 2010

La condición de las manos

Mis manos se deslizan por el teclado como si las letras surgieran de los dedos, como si fuera mi voluntad las que las pusiera ahí, en ese orden arbitrario. Tengo un celular nuevo pero de la misma marca que el celular que tuve hace tiempo; suena tonto, pero me di cuenta de que las manos tienen memoria.
No sé si tendrán memoria emotiva, no sé si habrá un psicólogo de manos que pueda analizar el lenguaje de las cosas que ellas guardan con recelo. Mis manos se niegan a aprender a tejer, nunca pudieron modelar arcilla y buscan la palanca de cambios en un auto automático. De chica odiaba que mis manos se negaran a obedecer mis órdenes, sobre todo cuando pasé por mi período de artesana: cerebro: quiero un collar lindo; manos: no nos interesa ejecutarlo.
Mis novios siempre fueron muy altos entonces mis manos no saben caminar sostenidas por otras manos. Sienten que interrumpen el movimiento oscilante que saben hacer cuando camino. No es una cuestión poética ni de independencia: es cuestión de costumbre, las manos son un animal de costumbre.
Creo que mis manos son tan torpes y caprichosas como yo. Esto no es un dualismo insolado, ¿te diste cuenta la cantidad de cosas en las que tus manos se rebelan, no responden a las intenciones del resto de tu ser? A veces es como pasa cuando alguien quiere bailar y los pies no lo siguen, pero no sé mucho sobre las memorias de los pies.
Tengo otro ejemplo. Cuando mi mamá fue a un curso para dejar de fumar (sí, hay cursos, pero de eso hablaría en otro momento), le dijeron que además de la adicción a la nicotina y ciertas cuestiones emocionales como ansiedad existe una adicción gestual. Quien fuma está acostumbrado a una seguidilla de gestos relacionados con el hábito, pequeños movimientos repetidos innumerables veces, durante años. Esos gestos se convierten en una necesidad y cuando la nicotina salió del sistema y la ansiedad se obsesiona con otras cosas como agua, comida, sexo o deportes quedan las manos. Las manos huérfanas de buscar el encendedor, de sostener entre dos dedos el cigarrillo, de llevarlo mecanicamente a la boca. Quien reincide suele hacerlo porque sus manos imponen su propia necesidad, son un animal de costumbre.
Además de fumar y escribir mis manos no hacen mucho más, o no lo sé. No puedo pensar en otros ejemplos, sé que mis dedos suenan, se la forma de cada una de mis uñas, conozco una cicatriz casi invisible de cuando me apoyé sobre un clavo y que mi hermana tiene el mismo talle (sí, porque hay talles para los anillos) en su mano derecha que yo en la izquierda, sé que hacen masajes decentes porque ellas solas saben presionar con la fuerza adecuada para no causar dolor (sus masajes se parecen más a caricias). Pero descozco totalmente su memoria. Mis manos son una extensión desconocida de mi ser, a veces siento que hasta me guardan cosas. Qué loco lo de las manos.

Pink Floyd

2 comentarios:

  1. ¡¡¡Buen rollo!!!
    Soy Cecilia, la Pasajera en Tránsito Perpetuo

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  2. Un gusto Cecilia :P (yo estuve en tu casa eh)
    Yo tenía eso de nick cuando estaba en el secundario, vivir en aeropuerto también es un buen rollo...

    P.F

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